Hay algo profundamente sagrado en la placenta. Ese primer hogar que compartimos con nuestros hijos antes de que el mundo los toque. Aquí represento esa raíz compartida. El nacimiento de un vínculo que no termina con el corte del cordón, sino que se transforma. La fragilidad del cuerpo y la potencia de la vida se cruzan en estas piezas como si dijeran: “la vida es volátil, sí... pero también es milagro”.
Pinté estas obras como quien invoca memoria en las entrañas. Ramas que crecen hacia adentro, cielo que se derrama sobre la tierra, un cuerpo que recuerda que fue universo. Pero también como quien entiende que la gestación va más allá de lo biológico: cada proyecto, cada idea que nace desde el alma y se hace materia, es también un hijo. Esta obra es hija mía. Está llena de texturas, como la vida misma. Capas que se tocan con los ojos. Pliegues de historia, piel de símbolos, superficie de emociones. Porque la belleza —como la placenta— no es lisa ni perfecta: es viva, palpitante, irregular.
Y aunque esta obra nace del útero, mira hacia el cielo. Hace una afirmación clara: los sueños sí pueden materializarse... pero sólo cuando mantenemos los pies en la tierra. Ahí, en ese punto exacto donde el éter toca la materia, es donde habita la verdadera conexión entre mundos. Como es arriba, es abajo. Como es adentro, es afuera. Este díptico es eso: un puente entre raíces y cielo. Entre lo que fuimos, lo que somos, y lo que aún podemos gestar.
Díptico
35 x 52cm c/u
Técnica mixta sobre lienzo2020
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$8,000.00Precio
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